Descripción
No tengo más remedio que decir una palabra sobre este extraño libro – extraño, sobre todo, porque las conclusiones a las que en él se llega y el tratamiento de muchos temas que en él se dan difieren radicalmente de lo que tradicionalmente se ha tenido como verdades inamovibles, tanto en antropología precolombina como en Teología cristiana, cuya elaboración se ha llevado casi dos décadas, para explicar de algún modo porqué y como se ha llegado a este ensamblaje que finalmente le ha dado forma y contenido tan dispares entre si aunque, si bien se mira, fluyen casi necesariamente los segundos de los primeros (la segunda parte de la primera). Lo que empezó siendo una mera curiosidad histórica para tratar de descubrir el origen de los modelos humanos que sirvieron para la escultura megalítica y menuda de los Olmecas, a todas luces extraños a los pobladores de mesoamérica de aquellos tiempos, se fue convirtiendo a lo largo de la investigación en asombro, primero y en auténtico (re) descubrimiento y toma de conciencia de una realidad que trascendía todos los parámetros culturales-religiosos del hombre moderno desde cualquier punto de vista que se los mirase. Y esto no tanto porque los conceptos fueran radicalmente distintos o nuevos – en realidad son tan viejos como el hombre sobre la tierra – sino porque su explicación, su comprensión y la naturaleza y modo de su realidad y de su verdad son en verdad nuevos, radicalmente nuevos hoy. O por lo menos, ontológicamente, más puros, más esencialmente naturales como el río que fluye inexorablemente sin desprenderse jamás de su fuente, de su principio generador. Así por ejemplo, todo predicador cristiano enseña que el hombre es hijo de Dios pero no por su propia naturaleza sino primero, por ser creado por El, hecho a su imagen y semejanza, distinto de sí, es decir, por una causa extrínseca a su voluntad, no por ser “engendrado” naturalmente en el seno mismo de la Divinidad; y segundo, por ser divinizado por la gracia que recibe su naturaleza humana al hacerse hombre el Hijo natural de Dios, con sustancial a El y por el sacrificio que…
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