Descripción

Al margen de modas, resistiendo incluso el empuje destructivo del turismo de masas, dispuesto a convencerse de que en Cataluña, sólo se comían costillas de gigantescos corderos, recubiertas por alioli, a lo largo de toda la costa seguían cocinándose los platos típicos de la cocina marinera: suquets en el norte y rossejats hacia el sur. Quedaba, entre ambas, tradiciones una tierra que no era de nadie, sino de muchos, un área urbana en la que imperaba la zarzuela, el gran suquet de los barceloneses ricos, mientras que en los alrededores aparecía o se recreaba una nueva identidas en forma de xató. Las salsas rojas acabarían conquistando a un amplísimo público que vería en el acto de comer calçots una forma de devoción colectiva con la culinaria más sencilla, aquella que sí es paisaje transformado en cazuela.

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